Los pueblos de identifican por sus características y cualidades espirituales. Servir a los otros para hacer un mundo más justo.

miércoles, 20 de enero de 2010

Cultura Democrática


Cabe iniciar este comentario con la afirmación de la hipótesis de que la “Democracia, es por hoy, el mejor régimen político posible, el que mejores estados sitúa al objeto final de la sociedad humana, porque ante todo, propulsa el respeto a la persona, valora sus capacidades, reconoce su autonomía económica”; porque evidentemente bien se sabe que promueve, reconoce y desarrolla la pluralidad de las culturas, de la propiedad, de la política y del desarrollo económico; y evita, en todo momento, el dominio del hombre sobre hombre. Y cierto es que su sabor no es uniforme en todos los Estados. Pero, no obstante, la tendencia final suya es llegar hacia el respeto absoluto a la persona. Esto sí que es uniforme.
En los países por donde no ha existido una fuerte tradición democrática, la introducción de elecciones no solo libres, sino coherentes por sí sola, raramente ha sido suficiente para llevar a cabo, con éxito, una transición política desde una dictadura a una democracia, y no “dedocracia”. Evidentemente, el cualquier transición política, es necesario que se produzca un cambio en la cultura política, es decir, no solo que se produzca la formación gradual de las instituciones del gobierno democrático, sino el respeto gradual a la legislación, a la propiedad individual, a la libertad de expresión y de opinión, a la libertad movimiento y de conciencia; así como, tal vez quizás sea el más fundamental, “al cambio de la mentalidad”.
Con la mirada orientada hacia nuestro propio hogar, en esto quizá tiene razón, el presidente de Guinea Ecuatorial, Obiang Nguema Mbasogo en su constante llamamiento al “cambio de la mentalidad” que pregona constantemente para aquellos retrógradas de la política nacional, aquellos que a pesar de rezar al Rosario, no terminan de creer en la segunda llegada del “Salvador”, no terminan de asumir que son incompatibles la ciencia, la política, la administración, la lógica, el mimetismo, y las prácticas del espiritismo; es decir, el alcance de un Estado Democrático sin escollos, ajeno a los dolores “estomacales”, regido por los principios fundamentales del respeto a la persona humana. Éstos, los retrógradas, los conflictivos, los super conservadores no terminan de ingerir que la democracia es el mejor conducto político para el desarrollo de la persona y de las sociedades. Y Guinea Ecuatorial no debe quedarse al margen de esta realidad sociopolítica. En la cultura democrática, sí se cumple el hecho de que “obras son amores y buenas razones”.
En la selva africana el galápago, tortuga,
Sostienen algunos politólogos y analistas políticos que uno de los aspectos clave de la cultura democrática es el concepto de la "oposición leal"; una oposición real que no significa confrontación social, sino de divergencias de ideas y que al final, todas conducen el barco del desarrollo de la sociedad implantados con otras prioridades. Cabe puntualizar aquí, que una oposición real no es una escenificación, sino el segundo hombro para alzar la capacidad de sostener el pulso del cambio. Éste es un cambio cultural especialmente difícil de conseguir en naciones en las que históricamente los cambios en el poder se han sucedido de forma violenta, o que no están acostumbrados para ellos. Tenemos recientes antecedentes, hoy, Mauritania, que con un gobierno civil recientemente elegido, los retrógrados se han alzado para violar la Constitución y las reglas que generalmente se utilizan para los juegos políticos, y ayer fueron el Congo Brazaville y la República de Centro África.
Otras de las cartas más visibles, tangibles y transparentes de la cultura democrática son la madurez alcanzada por el sector político, económico y las personas de influencia hacia el respeto de las libertades fundamentales: el respeto de expresión, opinión, de ideas diferentes, de manifestaciones, de movimientos; y que los políticos sean capaces de saber y poder responder sus gestiones ante el pueblo sin involucrar al grueso del aparato político. Porque, cada persona es individualmente responsable de lo ha sido confiado, ante el pueblo y ante quien le ha confiado.
Generalmente, los principales actores que participan en el juego y hacen crecer la cultura democrática deberían compartir un compromiso común con sus valores básicos, y que no recurrirán a la fuerza para obtener o ascender al poder. Bajo el impulso de esta orientación, o mejor del clima aceptado por los actores políticos residentes en Guinea Ecuatorial muchas cosas se han ido mejorando paulatinamente, desde la apertura del proceso del pluralismo de ideas y concepciones políticas en este pais.
En este sentido el juego se realiza bajo los compromisos de respetar y reconocer siempre la legitimidad de todos los grupos políticos, como la observación permanente de la Legalidad Constitucional. En todo momento, la cultura democrática promueve la tolerancia y el debate público civilizado y coherente. En la democracia, evidentemente, en ello se sopesa la madurez o asimilación de la cultura democrática por donde históricamente no se tiene antecedentes, los grupos políticos que no consiguen sus objetivos electorales, es decir, ganar las elecciones, aceptar los resultados, porque se ajusten o no a sus deseos, expresan las preferencias de la ciudadanía. Especialmente cuando los resultados de unas elecciones conllevan un cambio de gobierno, la transferencia de poder debe realizarse de la mejor forma posible, anteponiendo siempre, digo yo, los intereses generales de la democracia a los propios del grupo perdedor. Esta lealtad se refiere al proceso democrático de cambio, que no exclusivamente debe ser de gobierno, sino de los tiempos y de las formas de entender de estar para administrar con los demás y no necesariamente a las políticas que ponga en práctica el nuevo gobierno.

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